Me llamo Berta y aprendí a bailar antes que a andar.

Mi experiencia escénica inició cuando tenía unos 4/5 años con danza tradicional, el tiempo que bailé allí descubrí lo que la danza hacía en mi cuerpo y el gran impacto que ésta tenía cuando no bailaba, por aquel entonces la danza pasó de ser mi hobbie a mi gran pasión. Debido a esto empecé con la Gimnasia Rítmica (el ámbito en el que competí durante años, tanto en conjunto como individualmente), ésta me dio una base muy firme, me enseñó lo que era la disciplina y el esfuerzo y brindó a mi cuerpo fuerza, elasticidad, control, exactitud y una infinita lista de otras dotes. Más adelante quise experimentar con otros tipos de movimientos y empecé Danza Contemporánea en el Tot Dansa con Marta, una profesora que me reconstruyó y cambió la vida por completo. Años después aquí sigo, formándome, probando otros ámbitos, creciendo, pero siempre, con un pie en el Tot Dansa.

La danza me conecta con cada parte de mí, me permite entenderme y dejarme guiar únicamente por lo que siento. La danza para mí es la mejor medicina a cualquier dolor, es todo lo que necesitas decir sin decir nada.
Cuando bailo, mi cuerpo me sorprende, me explica todo lo que quiero gritar y no se cómo, me permite encontrar el equilibrio total entre cuerpo, mente y alma.
La danza para mí es la balanza perfecta entre disciplina y libertad, entre control y caos…
La danza transforma, transforma toda la rabia, el odio, la tristeza, la frustración, la incertidumbre, la inseguridad; en arte; un arte que permite dejar escapar todo lo que no te hace bien y lo convierte en paz absoluta.
Cada vez que escucho una melodía, mi cuerpo se mueve inconscientemente y el mundo pasa del blanco y negro a los mejores colores nunca vistos.